¡Soy otro!

Hice una gran hoguera de purificación con mi pasado. Mis secretas historias de ego terminaron en un puñado de ceniza ardiente.

Los tiernos y atormentados amores de juventud; mis aventuras al servicio de lo maravilloso; mis soledades y júbilos infames; mi imagen íntima y pública en mil ofertas diabólicas expresada; todo lo que no era yo: lo externo, lo irredento, lo perecedero, lo fatuo, lo social, dejó de ser en mí para siempre.

Me había convertido en guardián de mis fantasmas, heraldo de pesimismos funestos, imitador de ruidos fabulosos, egomaníaco hasta los abismos del tedio, patán de las mil maravillas, mistificador de revelaciones, héroe a mil kilómetros del peligro, imaginador de celestes cataclismos, quiromántico de elixires sexuales, embaucador de creyentes, forjador de tesoros femeninos para saquear en noches de festejo y penuria, recitador de sésamos falaces, malhechor de caminos espirituales, desorientador de soles y lunas sin rumbo, artífice desolado de mi propia ruina. ¡Ego puto!

Oh dioses con cuyas doradas majestades de luz osé rivalizar en poderes infernales y lirismos atroces, derrumbando las esferas de la infinita armonía.

Me he dicho sin nostalgia ni pena adiós a mí mismo.
Pirómano del Ave Fénix, ¡soy otro!

Gonzalo Arango

Anterior Siguiente