¡Oh muerte¡
Amad la muerte, amadla… Ella procura
el supremo descanso, ella nos guía
en el camino del silencio, es fría
pero buena;… ella mata la amargura.
¡Ella es la maga de la sombra… es pura
y eterna… y todos la llamáis impía.
¿Por qué? ¿Porque nos besa en la agonía,
y un tálamo nos da en la sepultura?
La Muerte es la ceniza de la llama;
es el “no ser” de lo que vibra: muda
ante el placer o el infortunio, ama:
el sueño matador de los dolores;
la calma, que del daño nos escuda,
y la tierra que es madre de las flores.
Julio Flórez
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